Desde que Pedro Sánchez se ofreció a recoger el testigo de presidenciable que Rajoy dejo tirado por falta de fuelle, (cosa que no debería sorprender a nadie. Rajoy es uno de esos pocos afortunados a quienes la suerte les sonríe por no hacer nada y que se ha acostumbrado a que enterrar la cabeza, misteriosamente, siempre le beneficia cuando al resto de los mortales, esa actitud simplemente provoca a la vida para que abuse de las partes mas expuestas), no han avanzado mucho las negociaciones para que ese barco llegue a buen puerto.
Sobre todo porque una de las piezas esenciales en ellas, quien se ha designado a si mismo como capitán, repartiendo las funciones del resto de esa tripulación tan variopinta que les acompañan en este más que incierto viaje, (dejando por tanto a Sánchez como mero narrador de una historia que, todos presentimos, terminara en tragedia por el enconamiento de quien se ha apoderado del timón), un Pablo Iglesias que parece mas dispuesto a defender su cruzada personal que a ayudar a una alianza que permita, si no a regenerar del todo este sistema que ya se conforma como anticuado y caduco, al menos abrir una ventana que permita entrar aire fresco en tal mausoleo, aún a costa de las vidas de quienes, (por diversas razones), han decidido embarcarse en aquel endeble ballenero.
Si las primeras declaraciones de Iglesias repartiendo cargos ya dejaron en una situación muy comprometida a Sánchez, quien ya lo tenía difícil lidiando con la línea roja que suponía para los de Podemos el referéndum sobre la autodeterminación, primer agarradero para el núcleo histórico y más poderoso del partido socialista, quienes no pierden ocasión de hacerle zancadillas con unas declaraciones, inequívocamente explícitas, dibujando una hoja de ruta que en nada se parece al mapa que maneja el actual secretario general , esperando un tropezón en el que llegue a romperse la cabeza y puedan pasarle definitivamente al limbo de los políticos olvidados, (como hicieron en su momento con Borrel frente a Almunia), las últimas, excluyendo a Ciudadanos de cualquier posibilidad de pacto, no han hecho más que atraer unos nubarrones negros que, si el actual presidente en funciones desenterrase su cabeza y viese, le llevarían a frotarse las manos, satisfecho por su inteligente estrategia y a renovar su contrato de televisión por satélite en Moncloa, al menos por otro par de años.
Uno no sabe bien si virar de cara a un monstruo tan grande y poderoso, que puede partir la endeble nave de un simple coletazo, obedece a la prepotencia de ese autonombrado capitán, creyéndose un nuevo mesías, o a una maniobra para llegar a nuevas elecciones, con la confianza de que el nuevo reparto de votos les beneficie, tan cegado por su obcecación de vencer al monstruo, que no repara en las terribles consecuencias que podría tener enfrentarse de nuevo a él en las mismas precarias condiciones.
Si en las anteriores ya perdió una pierna, (remontaron, pero no lo necesario para ser decisorios), estas podrían suponer su fin, arrastrado a las profundidades de un sistema que va a luchar con todas sus fuerzas, que son muchas, por persistir.
Iglesias está convencido que le acompañará de nuevo la misma tripulación en su obsesiva lucha, cuando esto no esta tan claro. Los grupos que ahora manejan los arpones no están tan interesados en el monstruo blanco como en sus propias comunidades y parecen más decididos a pactar por el bien de ellas que a librar una guerra que, como han señalado las urnas, aún no hay posibilidades de ganar.
En el mejor de los casos, el reparto de escaños quedaría más o menos igual que ahora y eso daría a los barones del PSOE la oportunidad de liquidar a Sánchez y con alguien afín al frente del partido, o pactar por esa Gran Coalicion que les llena la boca o simplemente abstenerse y permitir un gobierno del PP y Ciudadanos, matando así dos pájaros de un tiro: Mantener el sistema tal y como esta, (que levantar alfombras puede ser traumático para los dos partidos que llevan treinta años alternándose en el poder) y tener tiempo para recuperar esa cuota de poder que han perdido, afianzando de nuevo el bipartidismo clasico. En el peor, el PSOE se hundiría y sus votos se repartirian tanto, (no hay que olvidar lo diseminada que esta la izquierda) que simplemente reforzarian la posición de la derecha
Porque lo que es evidente es que el PP volvería a ganar. Incluso quiza con mas votos procedentes de aquellos que en su momento se pasaron a Ciudadanos y que ahora considerarian de nuevo el trasvase como una opción de voto útil. Si, Rajoy y su gran táctica de dejar que el tiempo pase, vuelve a ganar.
Quiza Iglesias debería dejar de perseguir a la gran ballena blanca y conceder algo más de atención a la tripulación que le acompaña y que son quienes hacen que el barco siga a flote, porque las opciones son limitadas: O consigue un barco más grande o la bestia volverá a pasar por encima de el y seguirá dominando los mares sin oposición.
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